lunes, 1 de diciembre de 2008

Deflación

Ahora resulta que si los precios crecen negativamente es una mala noticia, significa que estamos en recesión, que los costes superan el precio final del producto y no merece la pena producirlo; es lo que se llama deflación.
Si los precios se disparan también es malo porque el poder adquisitivo de los ciudadanos disminuye y se entra en un círculo vicioso: precios más altos, menos ventas, menos producción, más paro.
Por tanto, ¿dónde están los limites? Sabemos que acercarse al 0% de inflación no es bueno, superar el 4-5 %, tampoco. ¿Se imaginan nuestra vida gobernada entre dos valores tan ajustados?
Los más expertos dirán que no es tan simple la economía, que hay otros parámetros que controlar, que no es tan sencillo... Estoy de acuerdo en que sobre la economía de un país inciden otros agentes externos, pero no debemos olvidar que una familia reproduce a nivel doméstico la misma forma de cuadrar las cuentas que un Estado. No debemos olvidar que el indicador de la inflación es distinto en cada país y que obedece a una cesta de la compra donde se mezclan productos para todos los niveles de salarios. Estabilizar precios y salarios, ¿a quién favorece? Los trabajadores pueden acceder a los productos de la cesta, productos que casi siempre proceden de países con menor nivel de vida y menor nivel de calidad. Los que más dinero tienen pueden comprar fuera de esa cesta sin problema para llegar a fin de mes.
Espero que la globalización, al menos, nos ayude a algo: a gestionar con más transparencia algo tan sencillo como los gastos y los ingresos.

equilibrio

Contemporizar, ésa es la razón que mueve a los políticos a seguir manteniendo un sistema económico que hace agua por todos los costados.
Los conservadores esgrimen teorías a favor del mercado libre y piensan en el equilibrio entre el Estado y el mercado como un "cada uno a lo suyo": el Estado subvencionado por el pueblo y el mercado para forrarse.
Los pseudo-socialistas argumentan que los dos deben estar en equilibrio: el mercado debe ganar su dinero y el Estado atender las necesidades del ciudadano además de alimentar toda su maquinaria (ejército, parlamento, poder judicial, etc.).
De estas cuestiones solamente hablan los que más tienen, los pobres desconocen lo que es el equilibrio, ellos siempre están en el platillo que menos peso tiene.

Cuando llegan estas crisis periódicas, los gobiernos se apresuran a equilibrar las dos fuerzas antagónicas, aunque para ello haya que desfasar algunos indicadores (inflación, déficit...). El mercado recibe cantidades ingentes de dinero provenientes del Estado y los ciudadanos ayudas en formas de exenciones, rebajas de tipos, ... Unos pocos se llevan la gran parte del pastel, mientras que los ciudadanos lo tienen que devolver, eso sí, aplazado.

Equilibrar las cuentas del Estado es una preocupación constante de la derecha, es la garantía de que todo siga igual. La izquierda también tiene que igualar las cuentas, obligada por el mercado: si no se consume, las empresas cierran, el paro crece y aparece la recesión, entonces el Estado no recibe dinero y los gastos se disparan, por lo tanto sólo nos queda resignación.