martes, 2 de febrero de 2010

La desesperanza del futuro

La Desesperanza del futuro
Cuando inicie mis primeros pasos en el mundo laboral, me fijé en aquellos que lo abandonaban. Eran personas con 65 años y con más de cuarenta de servicio, su rostro tenía huellas de hambre y miseria, sus ojos, miraban a través del cristal lo poco que se podía ver, sus manos temblorosas, ya no eran aptas para seguir en el puesto. El adiós de aquel compañero era “hasta siempre”, nunca le decíamos “que disfrutes esta nueva etapa de tu vida”, sabíamos que al poco tiempo, la despedida era en silencio.
Hoy si decimos “una nueva vida se abre para ti”, lo decimos porque sabemos que aunque sea con pastillas, la vida se nos alarga.
La propuesta del gobierno de alargar la vida laboral más allá de los 65 años es cuando menos una falta de respeto al ciudadano. Es un ataque a los derechos de los trabajadores y más viniendo de un partido socialista.
El que la vida se alargue a base de pastillas, no debe significar que la persona haya ganado tiempo al tiempo, el paso del tiempo ahora es el mismo que hace cien años. Que los jóvenes se incorporan más tarde al mundo laboral, que los puestos de trabajo se han mecanizado más, que hay profesiones que necesitan menos esfuerzo físico e intelectual, de acuerdo, pero no debemos olvidar que el mundo del trabajo es alienante.
El trabajo no dignifica, de hecho, el empresario procura sustituir a la persona por robots, lo que ocurre es que el robot, no consume. Alargar la vida laboral forzosamente, es un insulto a la inteligencia.
Que el pacto de Toledo se hizo hace treinta años, revisémoslo, pero nunca pensando en sacar los fondos para las pensiones, de la espalda del trabajador. Las empresas han mejorado la productividad, han acortado los tiempos de amortización de sus instalaciones, han suprimido todos los gastos sociales, han externalizado todos los procesos auxiliares, han…….
La lucha por una jubilación anticipada, debe continuar como una reivindicación tan necesaria como la disminución de la jornada laboral.

El negativismo histórico

Desde que la sociedad española tuvo capacidad de reflexión para analizar la política de estado, siempre, sus mensajes han sido negativos. Desde la tierra quemada de Unamuno, hasta la España se rompe, pasando por la guerra civil y su paso previo a la democracia, todo olía a quemado. Es una enfermedad arraigada en nuestra vida, por los fracasos sufridos ante el incumplimiento de nuestras expectativas.
Hace cuatro días España era un país en vías de desarrollo, hoy es un pueblo totalmente integrado en Europa y codeándose con los más avanzados. Ha sido muy poco tiempo y es probable que hayamos cometido algunos errores, sin embargo, hemos de reconocer que el camino recorrido y el esfuerzo empleado han sido muy importantes y meritorios.
Tenemos grandes empresas por el mundo abarcando casi todos los sectores, el industrial, el de servicio, el agro-alimentario, el de las energías renovables, el sanitario, telecomunicaciones,…
Nuestras empresas compiten en proyectos pioneros en el mundo, nuestros técnicos, científicos, investigadores, se encuentran al frente de centros de investigación en otros países, la tecnología desarrollada en España es solicitada en proyectos de gran envergadura.
¿Por qué ese negativismo? ¿Será ese afán desmesurado de ser siempre los primeros, los mejores en todo?
Es cierto que perdemos mucho tiempo en remarcar las diferencias identitarias, es un derroche el esfuerzo administrativo que hay que hacer, para poder gestionar el reparto equitativo entre los diferentes pueblos que conforman España, es quizá el único reproche o auto critica que nos podemos hacer, eso si, con animo constructivo.
De cualquier forma, no debemos olvidar nunca de donde venimos y aplicarnos el dicho, “que siempre habla el que no tiene nada que decir”.