Cuando un dirigente político recurre en sus discursos públicos a ensalzar símbolos patrióticos (bandera, nación,..) como la nave que nos conducirá por caminos gloriosos, y en esos mismos discursos a deslegitimar la representación del pueblo, lo único que está evocando es un estado fascista, donde el orden es impuesto por la fuerza.
En Madrid nos estamos acostumbrando, de forma peligrosa, a discursos que en cualquier país medianamente democrático tendrían que recibir una contestación ciudadana de forma significativa. Que un presidente de una comunidad se permita decir que "sobran las autonomías", que "sobran parlamentarios", que "los sindicatos son un nido de vagos", que "si se silva al himno o al príncipe, se cierra el campo y no se juega el encuentro de fútbol", que "vale más rebajar el sueldo a los empleados interinos, que echarles a la calle" y que, además de todos estos dislates, el partido al que pertenece y que está en el parlamento, no le haya ordenado una rectificación, es que podemos estar a las puertas de una dictadura fascista.
Podemos argumentar que "son calentamientos de la presidenta", podemos decir "que no hay que tenerla en cuenta”, “es que ha sacado la lengua a pasear". Sin embargo, no se puede consentir que un mandatario elegido democráticamente, ponga permanentemente en entredicho las instituciones del estado, sin haberlo discutido previamente en el parlamento.
El no respeto a las minorías, el desprecio por los agentes sociales que no le son afines, el ordeno y mando, son señas de identidad de un personaje siniestro, capaz de engendrar un régimen donde los derechos humanos sean papel mojado.
El “populismo” en épocas de crisis económica como la que estamos viviendo, es terreno abonado para que individuos sin principios éticos ni morales, se instalen en el poder con promesas que agradan a los oídos de aquéllos que por su ignorancia o mala fe, piensan que sus problemas serán resueltos una vez instalados en el gobierno. El “populismo” es utilizado contra aquellos que menos tienen, contra los más desfavorecidos, porque son ellos, los que por su marginación no tienen voz que les defienda. Acusaciones como que los inmigrantes, son los que nos quitan los puestos de trabajo, que si las mujeres volvieran a casa, habría más puestos de trabajo, que los liberados de los sindicatos, son unos vagos y con ese dinero que se les da, podriamos vivir mejor el resto de trabajadores, que hay excesivos gastos en empleados públicos (esos vagos, los maestros), muchos parlamentarios, ...... Ese juego cruel con las personas que están sufriendo esta crisis, es sencilla y llanamente, obra de un mermado mental y de ese tipo de individuos está la historia para recordarnos, que cuando el ciudadano, hace dejación de derechos y deberes, se convierte en súbdito.
jueves, 14 de junio de 2012
PARIDERAS EN EL HEMICICLO
Muchas mujeres pensaron que con su incorporación a la vida política la conciliación de su vida familiar y laboral quedaría resuelta. Pero ha tenido que ser la vicepresidenta del gobierno la que haya encendido las luces rojas: "a la semana de haber dado a luz, ya estaba en su puesto de mando", eso sí, por decisión propia. Después de esta primera muestra hemos visto a diputadas votando por correo electrónico desde la cama del hospital una vez reformada la norma en el Congreso de los Diputados-, y a diputadas con el bebé recién nacido en el parlamento.
¿Qué pretende la mujer ejecutora, agresiva, estresante y con dotes de mando? ¿Pretende parecerse a ese ser andante que engendra hijos que no llega a conocer, que desconoce el número de la calle donde tiene su domicilio fiscal, que tiene como elemento de identificación una maleta con documentos?
¿Acaso nuestras representantes en el parlamento quieren que tomemos buena nota para que se supriman ciertas ventajas sociales discriminatorias? Está claro que el desprecio por esas ventajas les viene bien como primer paso para eliminarlas. El periodo que la mujer ha de permanecer de baja por maternidad -antes y después del parto no es una gracia que otorga el empresario, es una conquista del mundo del trabajo, avalada por los facultativos, tanto a nivel psicológico como médico.
Estamos ante un retroceso en derechos fundamentales. La conciliación de la vida laboral con la familiar ha sido un espejismo en este país, y a ello han contribuido actuaciones como las descritas. Las excusas como "era una votación importantísima", "el país me necesita", "no tengo con quien dejar al bebé", son eso, excusas. La mujer debe luchar por conseguir una vida digna, para ella y para sus hijos: conciliar es hacer posible -sin perder la dignidad- la vida cotidiana con el trabajo. Conciliar no es hacer las dos cosas a costa de perder calidad de vida; eso se llama esclavitud.
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