Cuentan que en el antiguo Egipto un Faraón tuvo un sueño que no fue capaz de interpretar. Unas vacas flacas se comían a otras gordas. En la corte nadie supo darle sentido a ese sueño, hasta que alguien le sopló al oído que en la cárcel había un individuo que solía interpretar sueños. Tal individuo se llamaba José y no estaba en la cárcel por idiota sino por líos de faldas. Una vez en presencia del Faraón, este le describió el sueño de una forma sencilla: las vacas flacas representan los años de pobreza, de hambre, de paro, desahucios, dolor, escasez... y las vacas gordas significan la opulencia, la abundancia, el despilfarro, la especulación, la avaricia, el consumo por el consumo... José -insisto, que no era idiota-, le dijo al Faraón que la interpretación de ese sueño debería ser que en los años de abundancia, la gente ahorre, que no derroche, que preserve en la humildad, que sea solidario con los que menos tienen y así cuando lleguen los tiempos difíciles, de escasez, los niños puedan ir al colegio sin pasar frío en las aulas, que los hospitales tengan todos los recursos para hacer frente a las necesidades de los ciudadanos, que los parados y pensionistas puedan seguir viviendo con dignidad.
Entiendo que los socialistas -poco proclives a la lectura del Génesis y a frecuentar los templos donde se desarrollan actos religiosos-, se les haya pasado por alto esta lectura. Lo que ya no logro entender -y fíjense en el esfuerzo que tengo que hacer para seguir escribiendo-, es que, ciudadanos que se comen todos los días hostias y hostias, como si fueran bocadillos de jamón ibérico de bellota, y su presencia en las iglesias, que se asemeja mucho a la de los mercaderes en los mercadillos de los pueblos, se les haya olvidado la lección de buena conducta del buen José. No menos alarmante y escandaloso es la amnesia que padecen los dirigentes de esa iglesia, más preocupados por las cuestiones de la fé que por las injusticias y crueldad a la que se está sometiendo a su pueblo.
Dicen que todo aquel que olvida los errores del pasado, está destinado a repetirlos. Han tenido que pasar más de tres mil años para que la enseñanza del buen José nos haga ver que la vida que llevamos, no conduce más que a la destrucción. Nos han acostumbrado a consumir para poder sobrevivir. En épocas de bonanza, solamente oímos las voces que nos dicen que todo lo podemos tener aquí y ahora. Desoímos las voces que nos dicen que la moderación y el equilibrio es lo que nos garantiza el futuro. Ha llegado la época de las vacas flacas y nuestros hijos y nietos serán los que tendrán que hacer frente a la gran hipoteca que les hemos dejado como herencia.